Álex de la Iglesia: «No puedo perder el contacto con la realidad porque me desinflo como director»

Álex de la Iglesia estrena en la gran pantalla ‘El Bar’ con un cierto toque de nostalgia comprendida. Ha renegado también de la madurez: «Yo creo en el desgaste». Quizá es esa mezcla, de sentimientos melancólicos, la que esconde en lo más profundo de su nueva película, una historia kafkiana, con los mismos niveles de ironía que de agonía. 

El germen de la trama se origina en medio de la crisis de ébola en España, del pánico de pisar un hospital y la inseguridad de besar a una amiga. El guión, de pasar horas atrapados entre las paredes que encierran la vida, las de los bares, de sentarte y observar qué pasa, de situaciones cotidianas y personas de carne y hueso. En resumen, de la vida. “No me gusta perder el contacto con la realidad, me desinflo como director”, afirma. Así se construyó una historia llena de dudas rodeada de certezas.saber, no quien es el asesino, sino el malo de verdad.

En ‘El Bar’, los actores se ceden el testigo para ser, al mismo tiempo, protagonistas y figurantes. “Las miradas, los planos contra planos, construyen la realidad de un personaje único que es todos a la vez”, afirma Carolina Bang. Y la elección no fue fortuita. «Tenía ya pensado lo que quería en la película. Dudé, por ejemplo, del papel de Terele Pávez, pero me convenció su punto de animal salvaje encerrado que no sabe hacer nadie”. En el caso de Blanca Suárez vio el “punto distante perfecto” para su personaje. A Mario Casas, dice, le ha dado la oportunidad de “volar dentro de la comedia”. Aunque el verdadero protagonismo recae en Jaime Ordóñez, un desbordante vagabundo que lleva el hilo conductor predicando por las cloacas. 

Una mezcla sublime o, como dice Secún de la Rosa, “una colección de cromos maravillosa”, sin riesgos, que no fue fácil de domar. «Fue complicado que los actores no pensaran en lo difícil que es estar a la altura de Carmen Machi, conseguir química entre Blanca y Mario o que todos los papeles tuviesen lados opuestos», explica el director. 

A pesar de ello, la diligencia para resolver cada plano, la agilidad de las dotes de angustia in crescendo, entre lo asfixiante y el clímax, hacen de esta producción, tan irónica como grotesca, una orgía con sello propio. Y todo, entre risas y aspavientos. Es la reyerta del director, la comprensión y el desgaste al mismo tiempo.

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