Tom Hanks protagoniza la última película con Clint Eastwood como director. El estadounidense hace gala de su capacidad interpretativa para transmitir la tensión de ser responsable de la vida de 150 pasajeros en un avión averiado en pleno vuelo.
Año 2009. Nueva York. El vuelo 1549 US Airways despega del Aeropuerto Laguardia. Unos minutos después, el avión impacta con una bandada de aves, provocando fallos en el fuselaje. La situación obligó al piloto, Chesley Sullenberger, a realizar una maniobra de emergencia: acuatizar en el Río Hudson. La operación fue todo un éxito y la tripulación fue rescatada por los barcos que se encontraban cerca. Siete años después, «el último director clásico» trae esta historia a la gran pantalla.
Sully nos muestra los nervios durante los días anteriores a ser juzgado, puesto que los informes recogidos en el momento del accidente muestran que, a pesar de los daños ocasionados por el choque, la nave podría haber vuelto al aeropuerto, evitando tener que realizar una maniobra tan arriesgada. Esta información se contradice con el testimonio del piloto, quien con más de 40 años de experiencia afirma que la única opción era asumir el riesgo y tratar de acuatizar en el río. La angustia que sufre Chesley, interpretado por un más que notable Hanks, hace que nos sintamos muy cerca del protagonista.
Más allá de la historia que podemos conocer todos, la película sigue los cánones impuestos en todos los trabajos de Eastwood. Colores apagados y metálicos que casi contagian el frío de las aguas del Hudson, cámara invisible y predominio de las personas sobre la historia. Más que el milagro que supone que una situación como la narrada no se cobrara ninguna vida, interesa lo traumático de todo el suceso para el piloto, sobre el que existe un peso gigantesco, el cual le llega a afectar psíquica y emocionalmente. Sully comparte un aspecto con El Vuelo (2012) que resulta determinante, dejando a un lado obviamente el papel de las drogas en la película protagonizada por Denzel Washington, y es la responsabilidad que recae sobre los protagonistas.
Puede que no sea comparable con obras maestras de Eastwood como Gran Torino o Million Dolar Baby, pero esta película consigue combinar heroicidad, presión y cercanía, dando como resultado un film entretenido y poco común, teniéndonos la industria acostumbrados a trabajos sobre catástrofes aeronáuticas. Sully es, en su conjunto y en su contexto, un atisbo de esperanza entre el pesimismo.