‘Las distancias’: Cuando los kilómetros pesan más que la amistad

Un grupo de amigos aterriza en Berlín para darle una sorpresa a Comas (Miki Esparbé) por su treinta y cinco cumpleaños, pero él no les recibe como esperaban. A lo largo de un fin de semana, el grupo se va desgranando, cuestionándose el sentido de su amistad y enfrentándose a la decepción que supone aceptar que su vida no es como pensaban que sería cuando eran más jóvenes.

Elena Trapé, su directora, rehúye de calificar su última película como un metraje generacional, aunque lo cierto es que retrata fielmente el momento vital de los millennials a los que se les ha exigido superarse cada día y aspirar a ser una versión mejorada, correcta e idealizada de sí mismos.

Los silencios son los protagonistas durante sus noventa minutos de duración, en los que los diálogos pasan a un segundo plano, haciendo al espectador partícipe de las sensaciones de sus personajes, de sus miradas, de sus movimientos, de cada una de sus palabras veladas, de su mundo interior. Quizá el mayor logro de Trapé detrás de la cámara sea precisamente ese. Haber construido la personalidad de unos personajes a los que no les hace falta hablar para definir lo que sienten, lo que ocultan, lo que les atormenta.

Alexandra Jiménez se hace rápidamente con el control de la cinta en el papel de Olivia, la amiga más próxima a Comas y a su vez la que mayor trasfondo esconde. Embarazada de siete meses, para ella viajar a Berlín supone mucho más que un simple reencuentro de amigos.

María Ribero e Isak Férriz afrontan una relación sentimental en la que cada uno parece encontrarse en otra latitud distinta a del otro. La distancia entre ellos, pese a convivir juntos en Barcelona, se hace evidente desde su primer cruce de miradas. Bruno Sevilla completa el círculo y aporta un sentido crítico a su propia existencia, al tiempo que ejerce de pegamento entre cinco desconocidos más cuarteados de lo que ellos mismos imaginaban.

En todos ellos se traza un poso de amargura, de ganas de querer llegar a algo más, de emociones soterradas, de puntos y aparte. Su recorrido en la película acaba tan incierto como su propio comienzo. Con un portazo que cuestiona todo el anterior. ‘Las distancias’ no es fácil de digerir. Atormenta. Pone frente al espejo al espectador y le zarandea.

Y después, fundido a negro.

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