«Y ven el cielo y les vuelve a dar sueño y vuelven a bajar dormidos, y vuelven a tocar el fondo del mar y se despiertan y vuelven a subir. Así son nuestros sueños, como delfines».

David Delfín logró, en apenas 15 años, retratar a toda una generación. Hacer partícipe de la moda y las grandes pasarelas a todos aquellos a los que nunca se les pasó por la cabeza que el malagueño se codease con los más grandes de todo el mundo.

Su estudio en Madrid ha visto crecer algunas de las colecciones más transgresoras que se recuerdan en la última década. Bimba era su musa, su aliada, su talismán. Delfín no dejaba indiferente a nadie, abrumaba a sus competidores, desafiaba límites y, al tiempo que crecían sus críticas, lograba año tras año un éxito invariable.

De su ropa, su filosofía. Vestir a Delfín era una osadía si no entendías que aquella prenda significaba algo más, iba más allá de un bolso o de una simple camiseta. Lo suyo, más que moda, era un arte. Un razón de ser. Su lucha por hacerse un hueco le llevó a rodearse de personas que le hicieron batir sus alas hasta en sus peores momentos. La cultura española se advierte hoy más huérfana.

Así, entre tanto cariño, el diseñador marchó anoche para siempre. Aunque su enfermedad lo había apartado de las pasarelas meses atrás, él ya era leyenda. «El cielo empezará a saber de moda», abanderan hoy amigos, familiares y seguidores. Su universo ya no entiende de fronteras.

Hasta siempre, maestro.